Cuando
un maestro enseña el concepto de las palabras antónimas, las
primeras que salen son blanco y negro, grande y pequeño, y sobre
todo, bueno y malo. La pregunta que podemos plantearnos es si la
bondad y la maldad son realmente dos conceptos abstractos tan
distintos o pertenecen a una misma realidad. ¿Son la maldad y la
bondad distintas caras de la moneda que el destino, o la vida, nos
lanza al aire?.
El
bien y el mal ha sido siempre una máxima, repetida una y otra vez,
en todas las culturas y todas las civilizaciones. Cuando Yavé creó
la arquitectura del universo, la más bella, pura y perfecta de sus
criaturas se reveló contra Él. Lucifer, el ángel de la luz, se
convirtió en el Señor de las tinieblas. ¿ Es el hombre bueno por
naturaleza y la sociedad la que le corrompe como pensaban los
ilustrados ?, ¿ hay bien en todo mal y mal en todo bien como piensan
en las culturas orientales?. La línea entre el bien y el mal es tan
tenue como la que existe entre el amor y el odio, otra de las
manifestaciones de la bondad y maldad en el género humano.
Es
nuestro complejo cerebro el que nos hace ser como somos, él inventó
nuestras culturas, nuestros comportamientos y nuestras sociedades.
Nunca llamaríamos malo a un león que devora a una gacela o que mata
a los cachorros de una leona para que ésta entre de nuevo en celo.
Nunca llamaríamos mala a una planta carnívora que espera
paciente al insecto que
necesita para sus ciclos metabólicos y mucho menos a la enrededera
que ahoga el árbol milenario. Sin embargo tildamos de malos cierto
tipo de comportamientos humanos, conceptualmente no tan distintos a
los de los animales. Nuestro cerebro no ha evolucionado en busca de
la verdad, ni del bien, ni del mal, nuestro cerebro ha evolucionado
en busca de la mera supervivencia, lisa y llanamente, la del
individuo que lo porta y la de sus genes. Si nuestros comportamientos
como especie son complejos, aun lo son más si nos miramos como
individuos. Dentro
de nosotros se encuentran conductas radicalmente distintas, podemos
sentir el altruismo de dar nuestra propia vida por los demás o ser
responsables de un genocidio, dentro de un mismo individuo pueden
unirse ambas pautas. Somos una especie atrapada en la dicotomía de
los extremos, el bien tirando de un lado de la soga y el mal
desde el otro, y la mayoría basculando entre estos comportamientos
tan dispares.
¿Es
necesario el mal para nuestra supervivencia?. Tal vez sí. Los
recursos son limitados y escasos y nuestra tendencia natural es
atesorarlos con voracidad sin darnos cuenta que no los necesitaremos
de manera eterna. Ese es otro de los espejismos del nuestro cerebro.
Sabemos racionalmente que estamos sólo de paso por la vida, pero la
fuerza de la supervivencia es tan fuerte que se nos olvida que no
somos eternos. El egoísmo es una característica tan humana como la
postura bípeda o los pulgares oponibles. Supervivencia y mal, dos
conceptos íntimamente fusionados. La bondad absoluta en nuestra
especie se paga con la muerte. Si nos quitamos el pan de la boca para
dárselo a otro, o trabajamos hasta la extenuación por los demás,
simplemente moriremos, y nuestros genes se extinguirán con nosotros.
Los
conceptos del bien y del mal no son inamovibles, en cualquier
coordenada espacio temporal que deseemos movernos podemos comprobarlo
sin ningún género de duda. Lo que hoy nos parece una abominación,
podemos justificarlo mañana bajo una máscara puramente racional,
diciendo la universal frase de ''se lo ha buscado''. No intentamos
entender las causas y circunstancias que han llevado a esa persona a
actuar de esa manera. Nuestro parcial punto de vista, es tan
irracional como universal. La vida nunca es sencilla para nadie,
aunque es cierto que para algunos es mucho más complicada que para
otros. La infancia no es siempre el mundo idílico que debería ser y
las experiencias por las que pasamos nos terminan marcando. Los niños
del tercer mundo portan metralletas , las niñas
cuidan de los hijos que han parido, fruto, en muchos casos, de
violaciones.
No se nos puede medir a todos bajo el mismo rasero aunque todos seamos igual de ''humanos''. Las experiencias de nuestra vida moldean nuestro cerebro como si fuera arcilla, hacen que lo que para algunos sean comportamientos injustificables, para otros tengan toda la legitimación. Necesitamos dormir tanto como comer, beber o respirar, es más, lo que de verdad necesitamos en entrar en sueño REM, la fase onírica del periodo en el que estamos dormidos, necesitamos soñar. Es difícil dormir pensando que somos monstruos, no importa que lo seamos o no, siempre necesitaremos pensar que no lo somos. Todo lo que hacemos en nuestra vida es justificable, por el bien de mis hijos, por el bien de la raza aria o por el bien de la humanidad. Nos engañamos, nos justificamos a nosotros mismos porque necesitamos dormir.
No se nos puede medir a todos bajo el mismo rasero aunque todos seamos igual de ''humanos''. Las experiencias de nuestra vida moldean nuestro cerebro como si fuera arcilla, hacen que lo que para algunos sean comportamientos injustificables, para otros tengan toda la legitimación. Necesitamos dormir tanto como comer, beber o respirar, es más, lo que de verdad necesitamos en entrar en sueño REM, la fase onírica del periodo en el que estamos dormidos, necesitamos soñar. Es difícil dormir pensando que somos monstruos, no importa que lo seamos o no, siempre necesitaremos pensar que no lo somos. Todo lo que hacemos en nuestra vida es justificable, por el bien de mis hijos, por el bien de la raza aria o por el bien de la humanidad. Nos engañamos, nos justificamos a nosotros mismos porque necesitamos dormir.
En las
guerras se fomentan, laurean y aplauden las mayores atrocidades que
se pueden cometer contra el género humano y nuestro maltratado
planeta. Espacio limitado y recursos limitados, se envían machos no
reproductores, sobrantes, a defender a machos y hembras
reproductores. O lo que es lo mismo, se envían al frente a los
pobres a defender las tierras de los ricos. Selección grupal lo
llaman algunos, atrocidades otros. No hay nada que una más a un
grupo que un enemigo común, hace que se olviden las nimias
diferencias que nos separan. Un concepto tan sencillo, y tan usado
para su provecho por unos cuantos a lo largo de la historia. ¿Son
las guerras maldad, o una forma de control de la población?. No nos
olvidemos que el género humano morirá de éxito, se extinguirá
porque se ha convertido en el rey de la creación. Antes o después
ocurrirá, lo único que el ser humano puede hacer es retrasar un
poco lo inevitable.
La
línea es más difusa si nos movemos por el tiempo. Desde el punto de
vista contemporáneo y occidental es una aberración no cuidar de
nuestros hijos, nada nos parece más digno de protección que las
criaturas que van a sustituirnos en el planeta. Pero no podemos
olvidar que a los niños débiles los despeñaban en Esparta y que
las tribus del norte hacían pasar una noche a la intemperie a los
recién nacidos. ¿Era eso maldad, o selección natural?. La
esclavitud, las conquistas, las poblaciones diezmadas o totalmente
aniquiladas, robos, asesinatos a sangre fría,
las vejaciones, secuestros y torturas, no fueron perpetradas por
monstruos sin corazón, sino por hombres y mujeres que amaban
a sus familias, a veces más que a su propia vida.
Así
que la próxima vez que nuestros hijos nos pregunten por un ejemplo
de antónimo, deberíamos pensar la respuesta.
Julia
Inés López Martín
Avila
3 de Agosto el2014
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