viernes, 26 de septiembre de 2014

¿ Es el mal necesario en nuestra vida ?

Cuando un maestro enseña el concepto de las palabras antónimas, las primeras que salen son blanco y negro, grande y pequeño, y sobre todo, bueno y malo. La pregunta que podemos plantearnos es si la bondad y la maldad son realmente dos conceptos abstractos tan distintos o pertenecen a una misma realidad. ¿Son la maldad y la bondad distintas caras de la moneda que el destino, o la vida, nos lanza al aire?.
El bien y el mal ha sido siempre una máxima, repetida una y otra vez, en todas las culturas y todas las civilizaciones. Cuando Yavé creó la arquitectura del universo, la más bella, pura y perfecta de sus criaturas se reveló contra Él. Lucifer, el ángel de la luz, se convirtió en el Señor de las tinieblas. ¿ Es el hombre bueno por naturaleza y la sociedad la que le corrompe como pensaban los ilustrados ?, ¿ hay bien en todo mal y mal en todo bien como piensan en las culturas orientales?. La línea entre el bien y el mal es tan tenue como la que existe entre el amor y el odio, otra de las manifestaciones de la bondad y maldad en el género humano.
Es nuestro complejo cerebro el que nos hace ser como somos, él inventó nuestras culturas, nuestros comportamientos y nuestras sociedades. Nunca llamaríamos malo a un león que devora a una gacela o que mata a los cachorros de una leona para que ésta entre de nuevo en celo. Nunca llamaríamos mala a una planta carnívora que espera paciente al insecto que necesita para sus ciclos metabólicos y mucho menos a la enrededera que ahoga el árbol milenario. Sin embargo tildamos de malos cierto tipo de comportamientos humanos, conceptualmente no tan distintos a los de los animales. Nuestro cerebro no ha evolucionado en busca de la verdad, ni del bien, ni del mal, nuestro cerebro ha evolucionado en busca de la mera supervivencia, lisa y llanamente, la del individuo que lo porta y la de sus genes. Si nuestros comportamientos como especie son complejos, aun lo son más si nos miramos como individuos. Dentro de nosotros se encuentran conductas radicalmente distintas, podemos sentir el altruismo de dar nuestra propia vida por los demás o ser responsables de un genocidio, dentro de un mismo individuo pueden unirse ambas pautas. Somos una especie atrapada en la dicotomía de los extremos, el bien tirando de un lado de la soga y el mal desde el otro, y la mayoría basculando entre estos comportamientos tan dispares.
¿Es necesario el mal para nuestra supervivencia?. Tal vez sí. Los recursos son limitados y escasos y nuestra tendencia natural es atesorarlos con voracidad sin darnos cuenta que no los necesitaremos de manera eterna. Ese es otro de los espejismos del nuestro cerebro. Sabemos racionalmente que estamos sólo de paso por la vida, pero la fuerza de la supervivencia es tan fuerte que se nos olvida que no somos eternos. El egoísmo es una característica tan humana como la postura bípeda o los pulgares oponibles. Supervivencia y mal, dos conceptos íntimamente fusionados. La bondad absoluta en nuestra especie se paga con la muerte. Si nos quitamos el pan de la boca para dárselo a otro, o trabajamos hasta la extenuación por los demás, simplemente moriremos, y nuestros genes se extinguirán con nosotros.
Los conceptos del bien y del mal no son inamovibles, en cualquier coordenada espacio temporal que deseemos movernos podemos comprobarlo sin ningún género de duda. Lo que hoy nos parece una abominación, podemos justificarlo mañana bajo una máscara puramente racional, diciendo la universal frase de ''se lo ha buscado''. No intentamos entender las causas y circunstancias que han llevado a esa persona a actuar de esa manera. Nuestro parcial punto de vista, es tan irracional como universal. La vida nunca es sencilla para nadie, aunque es cierto que para algunos es mucho más complicada que para otros. La infancia no es siempre el mundo idílico que debería ser y las experiencias por las que pasamos nos terminan marcando. Los niños del tercer mundo portan metralletas , las niñas cuidan de los hijos que han parido, fruto, en muchos casos, de violaciones.

No se nos puede medir a todos bajo el mismo rasero aunque todos seamos igual de ''humanos''. Las experiencias de nuestra vida moldean nuestro cerebro como si fuera arcilla, hacen que lo que para algunos sean comportamientos injustificables, para otros tengan toda la legitimación. Necesitamos dormir tanto como comer, beber o respirar, es más, lo que de verdad necesitamos en entrar en sueño REM, la fase onírica del periodo en el que estamos dormidos, necesitamos soñar. Es difícil dormir pensando que somos monstruos, no importa que lo seamos o no, siempre necesitaremos pensar que no lo somos. Todo lo que hacemos en nuestra vida es justificable, por el bien de mis hijos, por el bien de la raza aria o por el bien de la humanidad. Nos engañamos, nos justificamos a nosotros mismos porque necesitamos dormir.
En las guerras se fomentan, laurean y aplauden las mayores atrocidades que se pueden cometer contra el género humano y nuestro maltratado planeta. Espacio limitado y recursos limitados, se envían machos no reproductores, sobrantes, a defender a machos y hembras reproductores. O lo que es lo mismo, se envían al frente a los pobres a defender las tierras de los ricos. Selección grupal lo llaman algunos, atrocidades otros. No hay nada que una más a un grupo que un enemigo común, hace que se olviden las nimias diferencias que nos separan. Un concepto tan sencillo, y tan usado para su provecho por unos cuantos a lo largo de la historia. ¿Son las guerras maldad, o una forma de control de la población?. No nos olvidemos que el género humano morirá de éxito, se extinguirá porque se ha convertido en el rey de la creación. Antes o después ocurrirá, lo único que el ser humano puede hacer es retrasar un poco lo inevitable.
La línea es más difusa si nos movemos por el tiempo. Desde el punto de vista contemporáneo y occidental es una aberración no cuidar de nuestros hijos, nada nos parece más digno de protección que las criaturas que van a sustituirnos en el planeta. Pero no podemos olvidar que a los niños débiles los despeñaban en Esparta y que las tribus del norte hacían pasar una noche a la intemperie a los recién nacidos. ¿Era eso maldad, o selección natural?. La esclavitud, las conquistas, las poblaciones diezmadas o totalmente aniquiladas, robos, asesinatos a sangre fría, las vejaciones, secuestros y torturas, no fueron perpetradas por monstruos sin corazón, sino por hombres y mujeres que amaban a sus familias, a veces más que a su propia vida.
Así que la próxima vez que nuestros hijos nos pregunten por un ejemplo de antónimo, deberíamos pensar la respuesta.
Julia Inés López Martín



Avila 3 de Agosto el2014

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