domingo, 28 de diciembre de 2014

Génesis V

Aquel pedacito de Ceres había cumplido bien su cometido y la diosa soñó aquella noche con un mundo diferente, de seres más pequeños y paisajes diversos, con nichos ecológicos en los que vivieran miles de especies más dulces que las que acababa de destruir. Solo un pensamiento la consolaba de la aberración que acababa de cometer, y ese era, de la muerte surge la vida. Tuvo un sueño intranquilo, las imágenes de sus gigantes extinguiéndose especie tras especie se sucedieron en la fase onírica de su agitada mente. Se despertó varias veces pensando en juntar la materia y la antimateria y empezar de cero. Al día siguiente al levantarse vería el destrozo que había hecho y actuaría en consecuencia. Con la oscuridad y el cansancio no pueden tomarse decisiones que afecten a todo un universo. Así que volvió a dormirse deseando que aquella noche acabara pronto. Y la noche acabó, porque el tiempo pasa de forma cruel e inexorable incluso para los dioses. Por muy inmortales que sean no se pueden librar ni del dolor ni del remordimiento. Así que la diosa se acercó de nuevo a su planeta para ver qué había sido de él.
Una carcajada cristalina surgió de su garganta, un grito de júbilo. La vida se había abierto paso de nuevo. Aquel meteorito no había acabado con toda la vida sobre la tierra, ni tan siquiera la había simplificado a nivel de artrópodo o peor, de bacteria. Estaba ocurriendo como ella había soñado aquella noche. Nuevas especies habían florecido del caos, animales cubiertos de pelos y de plumas, los peces cartilaginosos habían sobrevivido y dado lugar a peces oseos, los helechos se habían reducido a unas pocas especies en zonas húmedas, y en su lugar hierbas, arbustos y árboles se erguían en extensas zonas. El planeta seguía teniendo un bonito color azul y verde, coronado con dos bonetes de blanco perfecto en sus puntas. Respiró prometiéndose a sí misma que nunca volvería a crear una extinción masiva.
Y observó a los animales, solo los cubiertos de plumas seguían poniendo huevos para reproducirse, solo esos y un extraño animal con pico de pato al que no dio mucha importancia. Había miles de especies de vertebrados para observar y divertirse. Desde arriba el planeta tenía separada la tierra y el mar, y esta se encontraba casi toda en grandes masas continentales. Observó las dorsales oceánicas, las placas litosféricas, las mareas, las corrientes marinas, los terremotos, maremotos y volcanes. La física y la evolución lo estaban convirtiendo en un planeta muy diverso, más interesante de lo que había sido hasta entonces. Había flores de los más increíbles colores, frutas, plantas de formas diversas, creciendo incluso en el medio ambiente más desfavorable.
Volvió a sus ojos al centro de uno de los continentes del sur. Había una inmensa extensión de tierra en la que la vida se había desarrollado con especial virulencia y fue allí, en aquel rincón de un planeta esquinado en un universo en expansión, donde encontró lo que buscaba. Por fin aquella especie había aparecido, después de muchas extinciones y dos  de ellas masivas, había surgido una criatura casi a su imagen, cuya forma era muy parecida a la de la diosa. Vivía en pequeños clanes, tenía una marcada organización social, comían de todo y a pesar de no ser buenos en nada se las apañaban muy bien. No eran rápidos corriendo, ni tenían garras afiladas, ni podían volar, eran tremendamente vulnerables a los ataques los depredadores, sin embargo mostraban claros signos de inteligencia. La diosa eligió a esa especie para que reinara sobre el resto de ellas. Necesitaba llevarse a uno de esos individuos para dar el siguiente paso en su desplanificada y caótica manera de gobernar el planeta. Así que la diosa, esa misma noche, secuestró del clan a macho joven, lo recogió entre sus manos y lo llevó muy al norte, en la confluencia entre dos ríos. Lanzó sobre él un profundo sueño mientras le preparaba para ser el primer ser racional del planeta. Le irguió la espalda, le estiró para aumentar su tamaño y hacerlo más grácil,  y depiló, insufló su aliento por la naríz  para desarrollar su inteligencia. Cuando lo tuvo preparado lo dejó dormir debajo de un árbol. Mientras dormía le puso un nombre, Adán, el padre de todos los hombres. Surgido directo de su adn, con la misma forma que los dioses y con inteligencia para dominar el planeta. La diosa lo miraba dormido y surgió de ella un sentimiento que las diosas no deben tener a las criaturas que de ellas salen. Puso sus manos sobre su pecho y le dijo: ''Serán tus descendientes más numerosos que las estrellas del cielo, y su heredad este planeta, para que lo cuiden y gobiernen con sabiduría, llevan mis genes, los de una diosa, que hagan gala del patrimonio que llevan en sus células o yo misma acabaré con ellos''. Y fue esa alianza la que le unió para siempre a esa rara especie y a ese individuo que ella misma forjó con sus manos.
Y Adán durmió durante meses, la diosa lo cuidaba y alrededor del dormido creó un jardín, un Edén para esa criatura de la que ya no podría separase. Creó un paraíso con todas las clases de animales y plantas que podían agradar a su hombre. Recorrió el mundo buscando los más bellos y los colocó en armonía alrededor de esa criatura que cada día alimentaba de su aliento. Y la criatura maduró, pasó de macho joven a un magnífico espécimen adulto, en su sueño y gracias al alimento que Ella le daba cada día, creció en sabiduría, hasta el día que le tocó despertar de ese dulce letargo en el que todo le era dado. La diosa se escondió viendo como estiraba ese magnífico cuerpo que empezaba a vivir. Espió como sonreía, sus dientes blancos sobre su piel tostada, sus ojos oscuros observando por primera vez todo lo que había alrededor con una chispa de inteligencia. La diosa se alegró de haber mandado ese meteorito, aquella criatura era merecedora de la extinción de los dinosaurios y de la noche en duermevela que había pasado. Y Adán abrió la boca y de sus labios surgieron las primeras palabras de la historia '' Serán mis descendientes más numerosos que las estrellas del cielo y su heredad este planeta''. Lo recordaba, se le había grabado en su subconsciente mientras se transformaba en el primer hombre. El círculo se cerraba ambos habían aceptado el contrato que los uniría para siempre. Adán vivió feliz en aquel lugar alimentándose de todos los frutos que quería. Paseaba sintiendo el rocío de la hierba al levantarse, miraba a las estrellas al acostarse y con su inteligencia superior puso nombre a todos los animales y las plantas que vivían con él. Buscó y buscó, pero no encontró una compañera para él, vio como todos los animales iban en pareja, pero Adán, el primer hombre, el dueño y señor del lugar más increíble de la tierra, estaba solo. Dejó de pasear, de poner nombres a las cosas y de admirar el cielo lleno de estrellas. Se sentaba horas y horas delante de la cascada viendo como caía el agua, sin querer comer ni beber. La diosa no pudo esperar más, no podía seguir viendo como su mejor obra se dejaba morir de melancolía, tenía que buscarle un igual. Volvió al centro de África a la tribu natal de su hombre a buscarle una compañera. Haría lo mismo, la cambiaría de aspecto y psicología. Miró y miró, pero no pudo encontrar nada adecuado, el tiempo corría en contra, no podía inducirla un coma y moriría en la transformación. Y así fue como la diosa unió su vida a la de su criatura, tomando forma humana y bajando al Edén a vivir con Adán. Se llamó a si misma Eva y en un absoluto acto de valentía se volvió mortal.
Adán estaba sentado a la orilla de la laguna y Eva se sentó a su lado. Se miraron y de la boca de la que fue diosa surgieron las palabras de la alianza '' Serán nuestros descendientes más numerosos que las estrellas del cielo y su heredad este planeta''. Eva acercó su boca a la de Adán y empezó a cobrarse el precio de la mortalidad. Había amado a esa criatura desde su formación y ahora podía sentir la suavidad de esos labios uniéndose a los suyos, el sabor salado de su saliva y la calidez de su lengua entre sus dientes. Adán y Eva se amaron, sus almas comulgaron y sus cuerpos se unieron y de aquel día con su noche anidó en el útero de Eva la primera generación de hombres, cuyas dos lineas genéticas provenían de una diosa. Y el vientre de Eva de abultó y parió entre dolor y sangre a gemelos varones, Caín y Abel, que salieron del Eden a poblar la Tierra. Adán y Eva vivieron felices en el paraíso, tuvieron más hijos y siempre se amaron hasta el día que murieron. Sus hijos poblaron la Tierra y la destruyeron. Ninguno de los otros dioses supo de la existencia de este universo y menos del pequeño planeta en el que, por amor, una diosa se convirtió en mortal. Por eso cada vez que nuestro ADN nos pide hablar con los dioses, nadie nos contesta, porque ninguno de ellos oyó hablar de nosotros. Y así fue como el quinto día la diosa creó el género humano.

  

lunes, 8 de diciembre de 2014

Génesis IV

Abrió un ojo muy despacio, crear vida la había dejado agotada y había dormido como hacía tiempo que no lograba hacerlo. Se incorporó de un salto y su primer pensamiento fue para su planeta azul. Lo había abandonado en plena extinción cámbrica. Tal vez dentro de algunos días existan seres inteligentes caminando sobre la superficie, seres que logren entender la dicotomía de las cosas, el sencillo principio de que todo termina siendo lo mismo. Al separar la materia y la antimateria surge el universo, de la muerte surge la vida, y las extinciones son necesarias para avanzar y mejorar las especies. La luz y las oscuridad terminan siendo dos realidades no tan antagónicas. En la primera etapa, de la disgregación de su doble hélice de ADN habían surgido formas interesantes, pero nada que le llamara realmente la atención. Cuando se decidió a que la nada diera lugar a su espectáculo de colores, el azar lo fue todo, pero cuando encontró ese pequeño planeta azul, por su mente pasó que aquel sería un bonito sitio para crear una criatura hecha de si misma, una especie/hijo que como ella tuviera dos manos, dos piernas y un cerebro en búsqueda de respuestas.
Era muy tarde, había avanzado la mañana realmente mucho y se puso a observar las criaturas que habían surgido del experimento de enfriar su planeta. Un sonido sordo surgió de sus labios,¡¡aquello no era posible !!, su planeta marrón y azul se había convertido en verde y azul. Se había enderezado y vuelto a calentar, las algas habían salido del mar y estaban por todas partes. Ya no eran pequeñas y blandas, se erguían poderosas hacia el cielo y lo llenaban todo. Competían de forma casi cruel por el espacio y la luz. Toda la gama de verdes estaba en ellas. Qué curioso, reflejan el verde porque son rojas, pensó la diosa, se ha vuelto a crear clorofila, como hace dos universos. Y veía como a los helechos los mecía el viento y... ¡¡qué era aquello !! animales fuera del agua, estaba claro que había dormido demasiado. Eran animales gigantes, con una variabilidad asombrosa. Unos comían plantas y otros se alimentaban cazando. Unos iban en grupo y otros en solitario, unos eran gigantescos y otros muy pequeños. Había animales en todos los hábitat en tierra, en el aire, en el mar, tenían un aspecto fiero y duro. Era increíble lo que se había perdido mientras dormía. La colonización de la tierra por las plantas, los primeros animales respirando fuera del agua, se había perdido una era entera, este debía ser el terciario, Júrasico o Cretácico, era difícil de delimitarlo. Una belleza, todo tan lleno de vida, todo creado con las mutaciones de su material genético, todos hijos suyos.
Formas con una belleza terrible, predadores de una crueldad absoluta y criaturas de ojos bondadosos comedoras de helechos. La vida se abría paso de forma intensa, las formas evolucionaban de manera absolutamente asombrosa. Sus ojos vieron al mayor depredador de todos los tiempos, un gigante bípedo con dientes afilados que hacía que la tierra temblara a cada uno de sus pasos, el rey de los depredadores. La diosa pensó que estaba allí porque la evolución se le había escapado de las manos, pero que nunca dejaría que una especie depredadora volviera a alcanzar semejante tamaño. El mar también estaba lleno de estas criaturas, y reconoció alguna que ya había visto antes. Se sintió orgullosa de lo que estaba ocurriendo, aunque no podía decir que esa espiral de supervivencia se pudiera calificar de buena. Ya había ocurrido antes de que se durmiera, algunos animales habían optado por alimentarse de plantas y otros de otros animales. Nada se desperdiciaba, y esa base se estaba manteniendo. Todos los seres vivos se esforzaban por dejar descendencia a costa de diezmar la descendencia de los demás.
Bueno, ya he visto bastante, pensó la diosa. Durante todo el día pasaron por mis ojos la vida y la muerte de criaturas increibles, pero no es lo que quiero para mi planeta. Y se puso a pensar que podía hacer para cambiar el curso evolutivo. Miró al cielo y tuvo una idea. Un trozo de Ceres, ¡¡esa era la solución !! Ceres se le rompió y ahora lo usaría para su pequeña travesura. No quería romper la Tierra como le había pasado antes, así que eligió uno de los pequeños trozos de su amado planeta roto, de aquel que la hizo llorar. Eligió uno bastante pequeño, y lo impulsó haciéndolo salir de su órbita. Así lo último que vieron millones de gigantes fue como una preciosa estela aparecía en el cielo y chocaba con la tierra. Toda el suelo tembló y minutos después el cielo dejó de ser azul y pasó a un gris cenizo. Y así permaneció minutos en el tiempo de la diosa y años en el tiempo de la Tierra. Las plantas se empezaron a morir por no poder hacer la fotosíntesis, y los animales que se alimentaban de ellas murieron de hambre. Y como todo es ese planeta estaba en perfecto equilibrio, después de los hervíboros, los animales que se alimentaban de ellos también cayeron, y los todopoderosos y terribles reyes del planeta dejaron de existir. Y la diosa pensó que no volvería a utilizar a Ceres, y que tal vez, solo tal vez, debería haber utilizado un misil un poco más pequeño. Pero estaba hecho, ya no había vuelta atrás. Se fue a la cama un poco abatida, pensando que lo mismo al despertar solo quedarían bacterias y toda la evolución tendría que empezar de nuevo. Mañana pensaría que hacer con todo el desaguisado que había montado en un rato. Y así cerrando los ojos, fue como el cuarto día, la diosa dio una oportunidad a los mamíferos.

sábado, 8 de noviembre de 2014

Génesis III. La vida se abre paso

Se levantó llena de energía. Todo estaba saliendo bien. No existía ningún plan, solamente con concentrarse creó el big bang, solamente con apretar una nube de gas y había creado un precioso sistema solar. Ceres se le había estropeado un poco, pero a cambio sus lágrimas habían producido satélites. Al final el azar la había favorecido. Iría a ver de nuevo aquel rincón tan peculiar, en el que había dos planetas que le habían parecido interesantes. Marte y Tierra. Eran ideales, ni demasiado fríos ni demasiado calientes, algo pequeños, pero aquel no era un experimento con grandes pretensiones, era casi una obra de teatro, iba a jugar a crear vida. En el último universo había usado el silicio, esta vez usaría un material más ligero, tal vez carbono, tenía todo el día para decidirlo. El carbono daba mucho juego, podía crear muchos compuestos con enlaces covalentes, si se combina con hidrógeno, oxígeno y nitrógeno... no pensaría más en la química de la vida. Dejaría que su propio ADN se ocupara de eso, un poco de componente estocástico y el espectáculo estaba servido.

Miró ambos planetas. La Tierra estaba en plena actividad volcánica. El día anterior olvidó soplar para que se fuera enfriando. Así que sopló aire gélido sobre la Tierra, y observó como poco a poco los volcanes se iban apagando. Miró a Marte, era un planeta muy oxidado, demasiado frío, solo tenía una gota para intentar el milagro, así que volvió a soplar sobre la Tierra. Aquel sitio era ideal. había un montón de agua por todos sitios, allí cuajaría la vida, una vida basada en el carbono, creada con su propia información genética, la doble hélice estaría presente en todas sus formas. Puso sus pies sobre la corteza de ese pequeño rincón de su universo, sacó un alfiler y se pinchó un dedo. Una pequeña gota de su sangre de diosa salió de su piel y cayó a una charca poco profunda, el milagro estaba punto de ocurrir.

Su ADN se deshizo en el agua, las radiaciones ultravioletas se encargaron de disgregarlo. La capa de ozono aún era demasiado fina para filtrarlas, algo tendría que hacer con eso. Era complicado crear vida si los nucleótidos y los ácidos nucleicos se rompían y se desordenaban constantemente. La información para la vida era fundamental, no había forma de crear proteínas si no llevaban un orden lógico. Se hizo muy pequeña, para observar de cerca qué estaba ocurriendo. Vio como parte de sus células se deshacían y sus mitocóndrias mutaban convirtiéndose en los primeros organismos procariotas. ¡ Bien !- pensó la Diosa, la diversidad biológica estaba servida. Cogió parte de estos primeros seres vivos y los esparció por el mundo. Rápidamente se estaban creando miles de especies de bacterias y también de organismos unicelulares eucariotas. Alguno de ellos era verde y usaba la energía que les proporcionaba de su pequeña estrella Sol, mientras que otros tomaban su energía de su entorno. A mediodía del tercer día empezaron a aparecer los organismos pluricelulares, y pudo ver ilusionada como una niña, como estos diferenciaban sus células y se convertían en minúsculos animales y minúsculas algas. Como los estomatolitos se fosilizaban en aguas poco profundas. Las algas expulsaban oxígeno y este se iba convirtiéndose en ozono, que filtraba las radiaciones. Aun así la vida se abrió paso en todas las formas imaginables. Le faltaban ojos para contemplar los cambios que se estaban produciendo en las aguas de dentro y fuera de Pangea. Y la vida pasó también al mar. Si se detenía a mirar una esponja aparecían mientras un par de especies nuevas de trilobites, aquello era de locos. Si la formación de su universo había sido un espectáculo de luces, la de la vida en ese roca orbitando alrededor de una estrella pequeña, era un espectáculo de formas. Su información genética en esas condiciones estaba dando resultados asombrosos. Todo lo que se estaba creando era increíblemente diverso, toda la vida bullía en la parte azul del planeta, pero tierra firme era estéril y aburrida. La atmósfera y la tierra firme parecía una barrera infranqueable para esa vida que se desarrollaba con una energía y crueldad sin límites dentro del agua. Había demasiado espacio desaprovechado, habría que hacer algo con él. Entonces movió Pangea hacia el sur, esta se rompió y de un continente muy grande se crearon dos. Gondwara fue hacia el sur a la deriva y el planeta se enfrió. Y toda aquella expansión casi histriónica fue decayendo. Cientos de especies empezaron a morir en masa, pero la Diosa no hizo nada para evitarlo. Estaba terminando el día y éste había sido muy intenso, estaba cansada y su trabajo por ese día había concluído, no haría nada de momento. Mañana observaría que había ocurrido durante la noche. Aún quedaban miles de especies llevando su doble hélice en cada una de sus células. Y así fue como el tercer día, la Diosa creó la vida en el planeta Tierra.

viernes, 31 de octubre de 2014

Génesis II. El sistema solar

Se levantó de un humor excelente. Había soñado con su creación. Sus hermanos ya no se reirían de sus fracasos, esta vez iba a conseguir algo de lo que sentirse orgullosa. Cuando todo esto estuviera acabado les llamaría para enseñárselo. Su universo esta vez no tendría nada que envidiar los maduros, aburridos y ordenados de sus hermanos, ni siquiera a los alegres y vacíos universos de sus padres. No habían creído en ella, pero ahora tendrían que hacerlo. Miró de nuevo su obra y sonrió satisfecha. Elegiría una nube de gas para seguir dándole forma. Sopló sobre varias que tenía cerca, que se arremolinaron en forma de espiral. No, esas no las quería, no iba a plantearse si por capricho o mera intuición. Siguió buscando hasta que encontró una nube de tamaño mediano que empezaba a generar por si sola sus puntos brillantes. Estaba suficientemente lejos de la mayoría de la antimateria y de los agujeros negros; esa nube podía valer. No le gustaban los agujeros negros, eran excesivamente voraces, inmisericordes, podían hacer desaparecer cualquier cosa, hasta el tiempo se ralentizaba en su vórtice y se detenía dentro de ellos. Tampoco había gusanos de tiempo cerca, le desagradaba la idea de molestarse en crear algo para tener que buscarlo por las coordenadas espacio-tiempo.

Se acercó a la nube elegida, estaba caliente y emitía luces rosadas. La cogió con su mano y se le deshizo en dos patas. Tiene buena pinta, pensó. Cogió una de las ramas y aplastó un trozo con fuerza mientras soplaba aliento sobre ella. De su mano surgió un precioso sistema planetario. La estrella central le había quedado un poco pequeña, pero podría valer como experimento, contó el número de planetas que orbitaban a su alrededor, diez, un buen número, el mismo que el de los dedos de sus manos. No sabía si la masa rocosa del fondo lo podría considerar como algo. Tampoco estorbaba, lo dejaría allí. Diez, los suficientemente pocos como para no tener que buscar en demasiados sitios para encontrar el idóneo, habría alguno lo suficientemente frío y lo suficientemente caliente. Tal vez tendría que colocar un poco las órbitas. Podría colocarlas con alguna proporción matemática, otras veces había elegido una ecuación muy simple a=0,4+0,3k, se adaptaba perfectamente a las leyes gravitatorias. Si no funcionaba lo único que tendría que hacer es comenzar el experimento de nuevo. No había prisa, tenía un precioso universo lleno de gas y de energía para crear un lugar idóneo para esa criatura con quien estaba soñando… bien, ya quedaba menos. Las órbitas eran elípticas, las ideales, quería proporcionar a esos nuevos mundos un componente estocástico. A pesar de ser matemática y arquitecto, le apasionaba el método científico, prueba-error, eso es lo que la llevó a diseñar el espectro lumínico, y las radiaciones gamma, bueno, no siempre todo salía a pedir de boca.

La estrella le había quedado pequeña, pero aquel era un experimento sin grandes pretensiones, un boceto para divertirse un rato. En los otros sistemas planetarios las órbitas terminaban colapsando, estas tenían las ventaja de ser elípticas, empezó a colocarlas, sería sencillo. A la estrellita que se quedó en el centro la llamó Sol, era demasiado pequeña para darle un nombre más largo, con ese nombre tendría suficiente. El primer planeta estaba bien colocado, se alegro de no tener que moverlo, era pequeño pero tenía pinta de estar demasiado caliente. Caliente como el mismo infierno. Tenía que poner un nombre a esa pequeña masa casi incandescente. Se acordó de su primo Mercurio, al que le encantaba ir y venir de su casa a las puertas del Aberno, ese era un buen nombre, su primo era también corto de talla. Y así fue como el planeta más cercano al sol fue llamado Mercurio.


Agarró el siguiente planeta y lo juntó un poco a Mercurio. De inmediato su agua se evaporó y creó una atmósfera blanca llena de nubes. El planeta dejó de ser una roca orbitando alrededor del sol para convertirse en un algodón, algo suave, amoroso, blanco... Los primeros planetas habían sufrido mucho presión bajo su mano, por eso eran planetas rocosos, pero a los últimos los había aplastado menos y se habían convertido en planetas gaseosos, mucho más grandes. Miró con cariño ese pequeño planeta rocoso convertido en algodón de azúcar puesto en su órbita definitiva. Estaba demasiado cerca del sol. Un nombre surgió de su cabeza, lo llamaría Venus, como su compañera de colegio. Aquella niña de aspecto delicado y corazón duro que tantos ratos la había acompañado de camino a casa. Venus era un buen nombre, sería su pequeño homenaje a su amiga de la infancia.


Continuó su camino por sus planetas y llegó a encontrarse con una masa rocosa no excesivamente grande y de colores pardos y blancos, se encontraba demasiado lejos del sol, ajustó la órbita a su ecuación y el planeta se transformó, de su superficie surgieron volcanes que llenaron el cielo de fuegos artificiales y se formó una gigantesca charca de agua. El planeta quedó en dos colores, el rojo intenso del magma y el azul relajante del agua. Diosa quedó mirando su obra, aquel planeta bicolor podría servirla, pero eso sería más tarde, tendría que enfriarse un poco. Ahora era fundamental ajustar las órbitas de todos aquellos astros y había perdido mucho tiempo en los primeros, tenía que darse prisa.


Se fijó en el cuarto, era un planeta rojo, muy parecido de tamaño al anterior, también podría ser un buen candidato para su obra. Así fue ajustando órbitas y dando nombre a todos los planetas. Tierra, Marte, Ceres, Júpiter,Saturno, Urano, Neptuno, y terminó con un pequeñó planetoide sin ninguna transcendencia al que llamó Plutón. Se entretuvo un rato creando un anillo alrededor de Saturno, por el simple hecho de hacer algo distinto, de hacer una diferencia en sus planetas grandes.


Observó el movimiento de su nueva creación, y se dió cuenta que la órbita de Ceres se había vuelto irregular y que se iba a chocar con Marte. Oh no !! había perdido demasiado tiempo creando un anillo que no servía de nada y ahora todo podía colapsarse. Corrió hacia Ceres, lo agarró con su mano, con tanta fuerza que el planeta saltó en mil pedazos, que siguieron orbitando como si nada hubiese ocurrido. Acababa de romper la sintonía del sistema. Lloró de rabia y sus lágrimas cayeron en el sistema y se convirtieron en satélites, su última lágrima la movió con cariño al planeta bicolor y de inmediato se puso a orbitar alredor, como una pequeña perla blanca en medio del vacío. Así fue como el segundo día Diosa creó el Sistema Solar.

domingo, 26 de octubre de 2014

Génesis I. El nacimiento del Universo

Estaba sola y aburrida, llevaba así algún tiempo. Su última obra tampoco le había satisfecho, se sentía una arquitecto frustrado. Llevaba demasiado tiempo creando y destruyendo mundos que no terminaban de gustarle. Ahora nada existía, nadaba en el cero absoluto, las luces, las formas y los sonidos de su último experimento ya sólo sobrevivían en su cabeza. Era una buena matemático, lo único que había necesitado era juntar materia y antimateria, el resultado había sido el mismo que el de otras veces, no había desechos, simplemente todo desaparecía. Se preguntó si no era excesivamente exigente consigo misma o demasiado caprichosa y estricta con sus creaciones. Se concentró y de su mano salió luz azul. Volvería a ocurrir, un nuevo universo estaba a punto de surgir de su energía. Miró fijamente la luz que empezó a concentrarse en un punto incandescente, su pensamiento se estaba convirtiendo en energía y la energía en materia, esta vez todo saldría bien. Dio la vuelta a su mano y el punto luminoso saltó de ella. Se sentó a esperar, tres, dos,… el punto cada vez más pequeño y brillante…uno cero, todo saltó por los aires, el big bang había comenzado. Ahora se empezaría a formar la materia de nuevo. Volvía a tener el problema de qué hacer con la antimateria, llevaba una eternidad intentando resolver el problema. Ya lo pensaría, era hora de disfrutar del espectáculo. El génesis, el principio, todo limpio, todo nuevo, todo por hacer, una experiencia excitante para su mente imaginativa. Los colores eran brillantes, se estaban formando nubes de gases en medio de un espectáculo trepidante de luz y sonido de luz y sonido. Un pase privado solo para sus ojos, millones de años después alguien se volvería loco imaginando como fue. Empezó a canturrear, y la vibración de su voz aglutinó los gases que se convirtieron en planetas y estrellas. Pondría la antimateria donde no molestara, tal vez tendría que volverla a utilizar como tantas otras veces, para no dejar residuos.


Un caleidoscopio de colores y formas. La luz la inventó diez universos anteriores, la consideraba su mayor creación, lo de las longitudes de onda había sido todo un acierto, podía sentarse a admirar un espectáculo que antes se le antojaba soso y aburrido. Había tanto por ver que no daba abasto en fijar en su retina tanta belleza, en cualquier sitio que mirara podía ver las nubes de gases en espiral que empezaban a moverse y convertirse en millones de puntos luminosos. Tendría que elegir una, solo una. La última vez se había dedicado a crear en muchas y había sido una locura, excesivo trabajo para tan poca recompensa. Esta vez sería distinto. Ya no podía ver hasta donde su punto incandescente se había expandido. Estaba agotada y se fue a dormir. Así fue como el primer día Diosa creó el universo.

sábado, 27 de septiembre de 2014

Los cócteles de Juanjo

Estamos ciegos demasiadas veces en la vida, miramos con indiferencia y lejanía a personas que terminan siendo importantes años después. Como privilegiada usuaria de las nuevas tecnologías, he logrado recuperar a personas que sufrieron mi ceguera en la adolescencia y ahora se han convertido en parte fundamental de mi vida. Es una alegría recibir los buenos días de personas que te conocieron antes de que los granos afloraran en tu cara y que aunque desaparecieran durante años, vuelven a irrumpir con fuerza en mi vida. Ese puede ser motivo del blog de otro día.

Juanjo es una de esas personas transparentes en mi anterior vida, pasó por el mismo colegio que yo, estudió en mi misma promoción, y se fue antes de que tuviera el privilegio de conocerlo. Estas son sus recetas, sus cócteles, lo único que hago es recopilarlos para que su buen hacer no se pierda. Va por tí y por todos mis excompañeros y presentes amigos.

Cóctel Tun Tun.
- 2 cl de ron blanco
- 3 cl de sirope de menta
- 2 cl de licor de avellana
- 3 cl de licor de chocolate
Agitar fuerte y decorar con una ramita de menta.

Julia Tonic
- 6 cl de Ginebra
- Rellenar con tónica
- Un chorrito de bitter kas
Todo en copa fría con mucho hielo y aromatizado exprimiendo una piel de nararanja

Alexandra
- 4 cl de brandy
- 3 cl Licor de cacao
- 2 cl Nata líquida
- 1 cucharadita de azúcar

Mula Moscovita
- 6 cl de Vozca
- 9 cl de zumo de limón natural rebajado con agua ( al gusto )
- 2 cucharadas de azúcar o un chorro de jarabe de azúcar
Batir bien y servir con mucho hielo
- Rellenar con ginger ale
- Decorar con una corteza de pepino y una corteza de limón exprimida
( Cuentas las malas lenguas, que lo de Mula es porque este cóctel lo inventó el dueño del restaurante La Mula de Hollywood, al mezclar los ingredientes que vendía en su local, en los años 40)

Mint Julep
- Un vaso de whisky lleno de hielo picado frappé
- 2 cucharadas de azúcar
- 6 cl de Bourbon o de whisky escocés
- Unas hojas de menta fresca
- Un chorrito de zumo de limón
Preparar directo en el vaso, remover bien.
- Decorar con ramita de menta y tomar bien frío


Nos ha prometido más, así que os iré informando.

viernes, 26 de septiembre de 2014

¿ Es el mal necesario en nuestra vida ?

Cuando un maestro enseña el concepto de las palabras antónimas, las primeras que salen son blanco y negro, grande y pequeño, y sobre todo, bueno y malo. La pregunta que podemos plantearnos es si la bondad y la maldad son realmente dos conceptos abstractos tan distintos o pertenecen a una misma realidad. ¿Son la maldad y la bondad distintas caras de la moneda que el destino, o la vida, nos lanza al aire?.
El bien y el mal ha sido siempre una máxima, repetida una y otra vez, en todas las culturas y todas las civilizaciones. Cuando Yavé creó la arquitectura del universo, la más bella, pura y perfecta de sus criaturas se reveló contra Él. Lucifer, el ángel de la luz, se convirtió en el Señor de las tinieblas. ¿ Es el hombre bueno por naturaleza y la sociedad la que le corrompe como pensaban los ilustrados ?, ¿ hay bien en todo mal y mal en todo bien como piensan en las culturas orientales?. La línea entre el bien y el mal es tan tenue como la que existe entre el amor y el odio, otra de las manifestaciones de la bondad y maldad en el género humano.
Es nuestro complejo cerebro el que nos hace ser como somos, él inventó nuestras culturas, nuestros comportamientos y nuestras sociedades. Nunca llamaríamos malo a un león que devora a una gacela o que mata a los cachorros de una leona para que ésta entre de nuevo en celo. Nunca llamaríamos mala a una planta carnívora que espera paciente al insecto que necesita para sus ciclos metabólicos y mucho menos a la enrededera que ahoga el árbol milenario. Sin embargo tildamos de malos cierto tipo de comportamientos humanos, conceptualmente no tan distintos a los de los animales. Nuestro cerebro no ha evolucionado en busca de la verdad, ni del bien, ni del mal, nuestro cerebro ha evolucionado en busca de la mera supervivencia, lisa y llanamente, la del individuo que lo porta y la de sus genes. Si nuestros comportamientos como especie son complejos, aun lo son más si nos miramos como individuos. Dentro de nosotros se encuentran conductas radicalmente distintas, podemos sentir el altruismo de dar nuestra propia vida por los demás o ser responsables de un genocidio, dentro de un mismo individuo pueden unirse ambas pautas. Somos una especie atrapada en la dicotomía de los extremos, el bien tirando de un lado de la soga y el mal desde el otro, y la mayoría basculando entre estos comportamientos tan dispares.
¿Es necesario el mal para nuestra supervivencia?. Tal vez sí. Los recursos son limitados y escasos y nuestra tendencia natural es atesorarlos con voracidad sin darnos cuenta que no los necesitaremos de manera eterna. Ese es otro de los espejismos del nuestro cerebro. Sabemos racionalmente que estamos sólo de paso por la vida, pero la fuerza de la supervivencia es tan fuerte que se nos olvida que no somos eternos. El egoísmo es una característica tan humana como la postura bípeda o los pulgares oponibles. Supervivencia y mal, dos conceptos íntimamente fusionados. La bondad absoluta en nuestra especie se paga con la muerte. Si nos quitamos el pan de la boca para dárselo a otro, o trabajamos hasta la extenuación por los demás, simplemente moriremos, y nuestros genes se extinguirán con nosotros.
Los conceptos del bien y del mal no son inamovibles, en cualquier coordenada espacio temporal que deseemos movernos podemos comprobarlo sin ningún género de duda. Lo que hoy nos parece una abominación, podemos justificarlo mañana bajo una máscara puramente racional, diciendo la universal frase de ''se lo ha buscado''. No intentamos entender las causas y circunstancias que han llevado a esa persona a actuar de esa manera. Nuestro parcial punto de vista, es tan irracional como universal. La vida nunca es sencilla para nadie, aunque es cierto que para algunos es mucho más complicada que para otros. La infancia no es siempre el mundo idílico que debería ser y las experiencias por las que pasamos nos terminan marcando. Los niños del tercer mundo portan metralletas , las niñas cuidan de los hijos que han parido, fruto, en muchos casos, de violaciones.

No se nos puede medir a todos bajo el mismo rasero aunque todos seamos igual de ''humanos''. Las experiencias de nuestra vida moldean nuestro cerebro como si fuera arcilla, hacen que lo que para algunos sean comportamientos injustificables, para otros tengan toda la legitimación. Necesitamos dormir tanto como comer, beber o respirar, es más, lo que de verdad necesitamos en entrar en sueño REM, la fase onírica del periodo en el que estamos dormidos, necesitamos soñar. Es difícil dormir pensando que somos monstruos, no importa que lo seamos o no, siempre necesitaremos pensar que no lo somos. Todo lo que hacemos en nuestra vida es justificable, por el bien de mis hijos, por el bien de la raza aria o por el bien de la humanidad. Nos engañamos, nos justificamos a nosotros mismos porque necesitamos dormir.
En las guerras se fomentan, laurean y aplauden las mayores atrocidades que se pueden cometer contra el género humano y nuestro maltratado planeta. Espacio limitado y recursos limitados, se envían machos no reproductores, sobrantes, a defender a machos y hembras reproductores. O lo que es lo mismo, se envían al frente a los pobres a defender las tierras de los ricos. Selección grupal lo llaman algunos, atrocidades otros. No hay nada que una más a un grupo que un enemigo común, hace que se olviden las nimias diferencias que nos separan. Un concepto tan sencillo, y tan usado para su provecho por unos cuantos a lo largo de la historia. ¿Son las guerras maldad, o una forma de control de la población?. No nos olvidemos que el género humano morirá de éxito, se extinguirá porque se ha convertido en el rey de la creación. Antes o después ocurrirá, lo único que el ser humano puede hacer es retrasar un poco lo inevitable.
La línea es más difusa si nos movemos por el tiempo. Desde el punto de vista contemporáneo y occidental es una aberración no cuidar de nuestros hijos, nada nos parece más digno de protección que las criaturas que van a sustituirnos en el planeta. Pero no podemos olvidar que a los niños débiles los despeñaban en Esparta y que las tribus del norte hacían pasar una noche a la intemperie a los recién nacidos. ¿Era eso maldad, o selección natural?. La esclavitud, las conquistas, las poblaciones diezmadas o totalmente aniquiladas, robos, asesinatos a sangre fría, las vejaciones, secuestros y torturas, no fueron perpetradas por monstruos sin corazón, sino por hombres y mujeres que amaban a sus familias, a veces más que a su propia vida.
Así que la próxima vez que nuestros hijos nos pregunten por un ejemplo de antónimo, deberíamos pensar la respuesta.
Julia Inés López Martín



Avila 3 de Agosto el2014

Y venía cantando.

Y venía cantando. Subía la cuesta empinada con las albarcas llenas de polvo y una sonrisa en su cara. El sol había dejado de ser un inmisericorde disco blanco sobre su espaldas. Aparecía ahora rojizo en el horizonte, cansado de un largo día. Más cansado aún que el cuerpo de aquel hombre que había estado horas bajo él. Había cumplido con su obligación, este año la cosecha era buena y podían dar de comer pan a su familia. Sentía la satisfacción del trabajo bien hecho. En casa le esperaba su esposa, con la cena cociendo en la lumbre, la casa oliendo a humo y a sopas, y la misma sonrisa en la cara que le enamoró de jóven. En breve le ayudaría su hijo. Era ya casi un muchacho, jóven y fuerte, con los ojos de su madre y la viveza que aquel que aún no conoce la maldad. Llevaba la nobleza castellana impresa en su cara. La nobleza de sangre heredada y transmitida desde que Castilla se forjó como pueblo. Donde la palabra de un hombre está escrita en piedra y el orgullo es la más estable de las monedas.
¡ Qué tierra Castilla !. Como una madre austera cuidando de sus hijos. Pero no había para sus ojos nada tan bello como el mar verde de los campos de cereal en el mes de abril y el amarillo de julio. Nada como el sonido del viento o las esquilas de las ovejas, como el ladrido del perro del pastor o el sonido de los niños jugando en el río a atrapar ranas. Aquellos olores, sabores, sonidos y paisajes que hacían que por el camino viniera cantando. Y pasó por el río y vió a las mujeres lavando y cuchicheando, e intentó captar su conversación, pero no pudo. Ellas levantaron su cabeza, de se masajearon los riñones y le saludaron a su paso. Cinco críos revoltosos y chillones chapoteaban al lado de sus madres. Y pasó por la fuente de camino a Zabarcos, y vió a las muchachas acarreando cántaros de agua para sus casas. Apoyados en sus caderas caminaban de dos en dos riendo alegres, tapadas, muy tapadas, tanto por pudor como para que el leve sol que aún lucía en el cielo, no estropeara sus blancos rostros. Su imaginación voló años atrás, cuando de muchacho esperaba a su novia para subir ese cántaro y poder hablarla de amor mientras la acompañaba a casa de sus padres, andando muy despacio, alargando aquel momento feliz de encontrarse con aquella chica que le robaba el sueño. Cosechas habían pasado desde entonces, pero era la misma fuente, testigo mudo de las palabras más dulces y las miradas más ardientes.
Y venía cantando, y cambió de canción, para unirse a otras voces que como la suya, buscaban la paz en su hogar, en donde se sentían los amos de sus vidas.

Y no cantaba. Fichó, fue hacia el parking de la empresa y buscó su coche. Se estaba mojando y tenía prisa. Aquel día su jefe había estado más impertinente que de constumbre. Aquel proyecto se le había atragantado, no había forma de terminar aquello cuando le cambiaban constantemente lo que querían que hiciera. Abrió su audi y se miró las gotas de lluvia en el traje. Su iphone último modelo pitó en el bolsillo, no podía soportar ni un solo correo electrónico más. Lo sacó y lo tiró en el asiento de atrás sin miralo. Arrancó y puso la radio. Se miró y por tercera vez esa semana hizo el planteamiento de ponerse a dieta, quería llegar a su casa, encargar una pizza y tumbarse en el sofá. Acababa de volver de Punta Cana, pero de ese viaje solo le quedaba un bonito color tostado. Volvía a estar en el mismo sitio y en la misma vida que le horrorizaba. Tenía que seguir ese ritmo, no podía parar, el estilo de vida en el que estaba metido le hacía ser dueño de muchas cosas, salvo de sí mismo. No escuchaba la radio, se saltó un semáforo de rojo y oyó un pitido y vió un gesto obsceno que repitió. Llegaría a casa pero su mujer no estaría, tampoco le importaba demasiado, hace tiempo que apenas se hablaban. Su hijo solo se comunicaba con las máquinas. El se había convertido en un mero proveedor de recursos económicos. Mañana echaría gasolina, hoy estaba demasiado frustrado. Un whisky y un par de pastillas anestesiarían su conciencia y sus nervios...
Y no cantaba, porque era cualquier cosa menos feliz, porque su voz no podía unirse con ninguna otra, la paz era un concepto desconocido en su vida y no solo era el amo de su propias miserias.

¿En qué nos hemos convertido ?