lunes, 8 de diciembre de 2014

Génesis IV

Abrió un ojo muy despacio, crear vida la había dejado agotada y había dormido como hacía tiempo que no lograba hacerlo. Se incorporó de un salto y su primer pensamiento fue para su planeta azul. Lo había abandonado en plena extinción cámbrica. Tal vez dentro de algunos días existan seres inteligentes caminando sobre la superficie, seres que logren entender la dicotomía de las cosas, el sencillo principio de que todo termina siendo lo mismo. Al separar la materia y la antimateria surge el universo, de la muerte surge la vida, y las extinciones son necesarias para avanzar y mejorar las especies. La luz y las oscuridad terminan siendo dos realidades no tan antagónicas. En la primera etapa, de la disgregación de su doble hélice de ADN habían surgido formas interesantes, pero nada que le llamara realmente la atención. Cuando se decidió a que la nada diera lugar a su espectáculo de colores, el azar lo fue todo, pero cuando encontró ese pequeño planeta azul, por su mente pasó que aquel sería un bonito sitio para crear una criatura hecha de si misma, una especie/hijo que como ella tuviera dos manos, dos piernas y un cerebro en búsqueda de respuestas.
Era muy tarde, había avanzado la mañana realmente mucho y se puso a observar las criaturas que habían surgido del experimento de enfriar su planeta. Un sonido sordo surgió de sus labios,¡¡aquello no era posible !!, su planeta marrón y azul se había convertido en verde y azul. Se había enderezado y vuelto a calentar, las algas habían salido del mar y estaban por todas partes. Ya no eran pequeñas y blandas, se erguían poderosas hacia el cielo y lo llenaban todo. Competían de forma casi cruel por el espacio y la luz. Toda la gama de verdes estaba en ellas. Qué curioso, reflejan el verde porque son rojas, pensó la diosa, se ha vuelto a crear clorofila, como hace dos universos. Y veía como a los helechos los mecía el viento y... ¡¡qué era aquello !! animales fuera del agua, estaba claro que había dormido demasiado. Eran animales gigantes, con una variabilidad asombrosa. Unos comían plantas y otros se alimentaban cazando. Unos iban en grupo y otros en solitario, unos eran gigantescos y otros muy pequeños. Había animales en todos los hábitat en tierra, en el aire, en el mar, tenían un aspecto fiero y duro. Era increíble lo que se había perdido mientras dormía. La colonización de la tierra por las plantas, los primeros animales respirando fuera del agua, se había perdido una era entera, este debía ser el terciario, Júrasico o Cretácico, era difícil de delimitarlo. Una belleza, todo tan lleno de vida, todo creado con las mutaciones de su material genético, todos hijos suyos.
Formas con una belleza terrible, predadores de una crueldad absoluta y criaturas de ojos bondadosos comedoras de helechos. La vida se abría paso de forma intensa, las formas evolucionaban de manera absolutamente asombrosa. Sus ojos vieron al mayor depredador de todos los tiempos, un gigante bípedo con dientes afilados que hacía que la tierra temblara a cada uno de sus pasos, el rey de los depredadores. La diosa pensó que estaba allí porque la evolución se le había escapado de las manos, pero que nunca dejaría que una especie depredadora volviera a alcanzar semejante tamaño. El mar también estaba lleno de estas criaturas, y reconoció alguna que ya había visto antes. Se sintió orgullosa de lo que estaba ocurriendo, aunque no podía decir que esa espiral de supervivencia se pudiera calificar de buena. Ya había ocurrido antes de que se durmiera, algunos animales habían optado por alimentarse de plantas y otros de otros animales. Nada se desperdiciaba, y esa base se estaba manteniendo. Todos los seres vivos se esforzaban por dejar descendencia a costa de diezmar la descendencia de los demás.
Bueno, ya he visto bastante, pensó la diosa. Durante todo el día pasaron por mis ojos la vida y la muerte de criaturas increibles, pero no es lo que quiero para mi planeta. Y se puso a pensar que podía hacer para cambiar el curso evolutivo. Miró al cielo y tuvo una idea. Un trozo de Ceres, ¡¡esa era la solución !! Ceres se le rompió y ahora lo usaría para su pequeña travesura. No quería romper la Tierra como le había pasado antes, así que eligió uno de los pequeños trozos de su amado planeta roto, de aquel que la hizo llorar. Eligió uno bastante pequeño, y lo impulsó haciéndolo salir de su órbita. Así lo último que vieron millones de gigantes fue como una preciosa estela aparecía en el cielo y chocaba con la tierra. Toda el suelo tembló y minutos después el cielo dejó de ser azul y pasó a un gris cenizo. Y así permaneció minutos en el tiempo de la diosa y años en el tiempo de la Tierra. Las plantas se empezaron a morir por no poder hacer la fotosíntesis, y los animales que se alimentaban de ellas murieron de hambre. Y como todo es ese planeta estaba en perfecto equilibrio, después de los hervíboros, los animales que se alimentaban de ellos también cayeron, y los todopoderosos y terribles reyes del planeta dejaron de existir. Y la diosa pensó que no volvería a utilizar a Ceres, y que tal vez, solo tal vez, debería haber utilizado un misil un poco más pequeño. Pero estaba hecho, ya no había vuelta atrás. Se fue a la cama un poco abatida, pensando que lo mismo al despertar solo quedarían bacterias y toda la evolución tendría que empezar de nuevo. Mañana pensaría que hacer con todo el desaguisado que había montado en un rato. Y así cerrando los ojos, fue como el cuarto día, la diosa dio una oportunidad a los mamíferos.

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