sábado, 27 de septiembre de 2014

Los cócteles de Juanjo

Estamos ciegos demasiadas veces en la vida, miramos con indiferencia y lejanía a personas que terminan siendo importantes años después. Como privilegiada usuaria de las nuevas tecnologías, he logrado recuperar a personas que sufrieron mi ceguera en la adolescencia y ahora se han convertido en parte fundamental de mi vida. Es una alegría recibir los buenos días de personas que te conocieron antes de que los granos afloraran en tu cara y que aunque desaparecieran durante años, vuelven a irrumpir con fuerza en mi vida. Ese puede ser motivo del blog de otro día.

Juanjo es una de esas personas transparentes en mi anterior vida, pasó por el mismo colegio que yo, estudió en mi misma promoción, y se fue antes de que tuviera el privilegio de conocerlo. Estas son sus recetas, sus cócteles, lo único que hago es recopilarlos para que su buen hacer no se pierda. Va por tí y por todos mis excompañeros y presentes amigos.

Cóctel Tun Tun.
- 2 cl de ron blanco
- 3 cl de sirope de menta
- 2 cl de licor de avellana
- 3 cl de licor de chocolate
Agitar fuerte y decorar con una ramita de menta.

Julia Tonic
- 6 cl de Ginebra
- Rellenar con tónica
- Un chorrito de bitter kas
Todo en copa fría con mucho hielo y aromatizado exprimiendo una piel de nararanja

Alexandra
- 4 cl de brandy
- 3 cl Licor de cacao
- 2 cl Nata líquida
- 1 cucharadita de azúcar

Mula Moscovita
- 6 cl de Vozca
- 9 cl de zumo de limón natural rebajado con agua ( al gusto )
- 2 cucharadas de azúcar o un chorro de jarabe de azúcar
Batir bien y servir con mucho hielo
- Rellenar con ginger ale
- Decorar con una corteza de pepino y una corteza de limón exprimida
( Cuentas las malas lenguas, que lo de Mula es porque este cóctel lo inventó el dueño del restaurante La Mula de Hollywood, al mezclar los ingredientes que vendía en su local, en los años 40)

Mint Julep
- Un vaso de whisky lleno de hielo picado frappé
- 2 cucharadas de azúcar
- 6 cl de Bourbon o de whisky escocés
- Unas hojas de menta fresca
- Un chorrito de zumo de limón
Preparar directo en el vaso, remover bien.
- Decorar con ramita de menta y tomar bien frío


Nos ha prometido más, así que os iré informando.

viernes, 26 de septiembre de 2014

¿ Es el mal necesario en nuestra vida ?

Cuando un maestro enseña el concepto de las palabras antónimas, las primeras que salen son blanco y negro, grande y pequeño, y sobre todo, bueno y malo. La pregunta que podemos plantearnos es si la bondad y la maldad son realmente dos conceptos abstractos tan distintos o pertenecen a una misma realidad. ¿Son la maldad y la bondad distintas caras de la moneda que el destino, o la vida, nos lanza al aire?.
El bien y el mal ha sido siempre una máxima, repetida una y otra vez, en todas las culturas y todas las civilizaciones. Cuando Yavé creó la arquitectura del universo, la más bella, pura y perfecta de sus criaturas se reveló contra Él. Lucifer, el ángel de la luz, se convirtió en el Señor de las tinieblas. ¿ Es el hombre bueno por naturaleza y la sociedad la que le corrompe como pensaban los ilustrados ?, ¿ hay bien en todo mal y mal en todo bien como piensan en las culturas orientales?. La línea entre el bien y el mal es tan tenue como la que existe entre el amor y el odio, otra de las manifestaciones de la bondad y maldad en el género humano.
Es nuestro complejo cerebro el que nos hace ser como somos, él inventó nuestras culturas, nuestros comportamientos y nuestras sociedades. Nunca llamaríamos malo a un león que devora a una gacela o que mata a los cachorros de una leona para que ésta entre de nuevo en celo. Nunca llamaríamos mala a una planta carnívora que espera paciente al insecto que necesita para sus ciclos metabólicos y mucho menos a la enrededera que ahoga el árbol milenario. Sin embargo tildamos de malos cierto tipo de comportamientos humanos, conceptualmente no tan distintos a los de los animales. Nuestro cerebro no ha evolucionado en busca de la verdad, ni del bien, ni del mal, nuestro cerebro ha evolucionado en busca de la mera supervivencia, lisa y llanamente, la del individuo que lo porta y la de sus genes. Si nuestros comportamientos como especie son complejos, aun lo son más si nos miramos como individuos. Dentro de nosotros se encuentran conductas radicalmente distintas, podemos sentir el altruismo de dar nuestra propia vida por los demás o ser responsables de un genocidio, dentro de un mismo individuo pueden unirse ambas pautas. Somos una especie atrapada en la dicotomía de los extremos, el bien tirando de un lado de la soga y el mal desde el otro, y la mayoría basculando entre estos comportamientos tan dispares.
¿Es necesario el mal para nuestra supervivencia?. Tal vez sí. Los recursos son limitados y escasos y nuestra tendencia natural es atesorarlos con voracidad sin darnos cuenta que no los necesitaremos de manera eterna. Ese es otro de los espejismos del nuestro cerebro. Sabemos racionalmente que estamos sólo de paso por la vida, pero la fuerza de la supervivencia es tan fuerte que se nos olvida que no somos eternos. El egoísmo es una característica tan humana como la postura bípeda o los pulgares oponibles. Supervivencia y mal, dos conceptos íntimamente fusionados. La bondad absoluta en nuestra especie se paga con la muerte. Si nos quitamos el pan de la boca para dárselo a otro, o trabajamos hasta la extenuación por los demás, simplemente moriremos, y nuestros genes se extinguirán con nosotros.
Los conceptos del bien y del mal no son inamovibles, en cualquier coordenada espacio temporal que deseemos movernos podemos comprobarlo sin ningún género de duda. Lo que hoy nos parece una abominación, podemos justificarlo mañana bajo una máscara puramente racional, diciendo la universal frase de ''se lo ha buscado''. No intentamos entender las causas y circunstancias que han llevado a esa persona a actuar de esa manera. Nuestro parcial punto de vista, es tan irracional como universal. La vida nunca es sencilla para nadie, aunque es cierto que para algunos es mucho más complicada que para otros. La infancia no es siempre el mundo idílico que debería ser y las experiencias por las que pasamos nos terminan marcando. Los niños del tercer mundo portan metralletas , las niñas cuidan de los hijos que han parido, fruto, en muchos casos, de violaciones.

No se nos puede medir a todos bajo el mismo rasero aunque todos seamos igual de ''humanos''. Las experiencias de nuestra vida moldean nuestro cerebro como si fuera arcilla, hacen que lo que para algunos sean comportamientos injustificables, para otros tengan toda la legitimación. Necesitamos dormir tanto como comer, beber o respirar, es más, lo que de verdad necesitamos en entrar en sueño REM, la fase onírica del periodo en el que estamos dormidos, necesitamos soñar. Es difícil dormir pensando que somos monstruos, no importa que lo seamos o no, siempre necesitaremos pensar que no lo somos. Todo lo que hacemos en nuestra vida es justificable, por el bien de mis hijos, por el bien de la raza aria o por el bien de la humanidad. Nos engañamos, nos justificamos a nosotros mismos porque necesitamos dormir.
En las guerras se fomentan, laurean y aplauden las mayores atrocidades que se pueden cometer contra el género humano y nuestro maltratado planeta. Espacio limitado y recursos limitados, se envían machos no reproductores, sobrantes, a defender a machos y hembras reproductores. O lo que es lo mismo, se envían al frente a los pobres a defender las tierras de los ricos. Selección grupal lo llaman algunos, atrocidades otros. No hay nada que una más a un grupo que un enemigo común, hace que se olviden las nimias diferencias que nos separan. Un concepto tan sencillo, y tan usado para su provecho por unos cuantos a lo largo de la historia. ¿Son las guerras maldad, o una forma de control de la población?. No nos olvidemos que el género humano morirá de éxito, se extinguirá porque se ha convertido en el rey de la creación. Antes o después ocurrirá, lo único que el ser humano puede hacer es retrasar un poco lo inevitable.
La línea es más difusa si nos movemos por el tiempo. Desde el punto de vista contemporáneo y occidental es una aberración no cuidar de nuestros hijos, nada nos parece más digno de protección que las criaturas que van a sustituirnos en el planeta. Pero no podemos olvidar que a los niños débiles los despeñaban en Esparta y que las tribus del norte hacían pasar una noche a la intemperie a los recién nacidos. ¿Era eso maldad, o selección natural?. La esclavitud, las conquistas, las poblaciones diezmadas o totalmente aniquiladas, robos, asesinatos a sangre fría, las vejaciones, secuestros y torturas, no fueron perpetradas por monstruos sin corazón, sino por hombres y mujeres que amaban a sus familias, a veces más que a su propia vida.
Así que la próxima vez que nuestros hijos nos pregunten por un ejemplo de antónimo, deberíamos pensar la respuesta.
Julia Inés López Martín



Avila 3 de Agosto el2014

Y venía cantando.

Y venía cantando. Subía la cuesta empinada con las albarcas llenas de polvo y una sonrisa en su cara. El sol había dejado de ser un inmisericorde disco blanco sobre su espaldas. Aparecía ahora rojizo en el horizonte, cansado de un largo día. Más cansado aún que el cuerpo de aquel hombre que había estado horas bajo él. Había cumplido con su obligación, este año la cosecha era buena y podían dar de comer pan a su familia. Sentía la satisfacción del trabajo bien hecho. En casa le esperaba su esposa, con la cena cociendo en la lumbre, la casa oliendo a humo y a sopas, y la misma sonrisa en la cara que le enamoró de jóven. En breve le ayudaría su hijo. Era ya casi un muchacho, jóven y fuerte, con los ojos de su madre y la viveza que aquel que aún no conoce la maldad. Llevaba la nobleza castellana impresa en su cara. La nobleza de sangre heredada y transmitida desde que Castilla se forjó como pueblo. Donde la palabra de un hombre está escrita en piedra y el orgullo es la más estable de las monedas.
¡ Qué tierra Castilla !. Como una madre austera cuidando de sus hijos. Pero no había para sus ojos nada tan bello como el mar verde de los campos de cereal en el mes de abril y el amarillo de julio. Nada como el sonido del viento o las esquilas de las ovejas, como el ladrido del perro del pastor o el sonido de los niños jugando en el río a atrapar ranas. Aquellos olores, sabores, sonidos y paisajes que hacían que por el camino viniera cantando. Y pasó por el río y vió a las mujeres lavando y cuchicheando, e intentó captar su conversación, pero no pudo. Ellas levantaron su cabeza, de se masajearon los riñones y le saludaron a su paso. Cinco críos revoltosos y chillones chapoteaban al lado de sus madres. Y pasó por la fuente de camino a Zabarcos, y vió a las muchachas acarreando cántaros de agua para sus casas. Apoyados en sus caderas caminaban de dos en dos riendo alegres, tapadas, muy tapadas, tanto por pudor como para que el leve sol que aún lucía en el cielo, no estropeara sus blancos rostros. Su imaginación voló años atrás, cuando de muchacho esperaba a su novia para subir ese cántaro y poder hablarla de amor mientras la acompañaba a casa de sus padres, andando muy despacio, alargando aquel momento feliz de encontrarse con aquella chica que le robaba el sueño. Cosechas habían pasado desde entonces, pero era la misma fuente, testigo mudo de las palabras más dulces y las miradas más ardientes.
Y venía cantando, y cambió de canción, para unirse a otras voces que como la suya, buscaban la paz en su hogar, en donde se sentían los amos de sus vidas.

Y no cantaba. Fichó, fue hacia el parking de la empresa y buscó su coche. Se estaba mojando y tenía prisa. Aquel día su jefe había estado más impertinente que de constumbre. Aquel proyecto se le había atragantado, no había forma de terminar aquello cuando le cambiaban constantemente lo que querían que hiciera. Abrió su audi y se miró las gotas de lluvia en el traje. Su iphone último modelo pitó en el bolsillo, no podía soportar ni un solo correo electrónico más. Lo sacó y lo tiró en el asiento de atrás sin miralo. Arrancó y puso la radio. Se miró y por tercera vez esa semana hizo el planteamiento de ponerse a dieta, quería llegar a su casa, encargar una pizza y tumbarse en el sofá. Acababa de volver de Punta Cana, pero de ese viaje solo le quedaba un bonito color tostado. Volvía a estar en el mismo sitio y en la misma vida que le horrorizaba. Tenía que seguir ese ritmo, no podía parar, el estilo de vida en el que estaba metido le hacía ser dueño de muchas cosas, salvo de sí mismo. No escuchaba la radio, se saltó un semáforo de rojo y oyó un pitido y vió un gesto obsceno que repitió. Llegaría a casa pero su mujer no estaría, tampoco le importaba demasiado, hace tiempo que apenas se hablaban. Su hijo solo se comunicaba con las máquinas. El se había convertido en un mero proveedor de recursos económicos. Mañana echaría gasolina, hoy estaba demasiado frustrado. Un whisky y un par de pastillas anestesiarían su conciencia y sus nervios...
Y no cantaba, porque era cualquier cosa menos feliz, porque su voz no podía unirse con ninguna otra, la paz era un concepto desconocido en su vida y no solo era el amo de su propias miserias.

¿En qué nos hemos convertido ?